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01/2015 / Arte al Día
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MMMausoleu o Museo Mausoleu, 1969, es el proyecto de una edificación, mitad sobre la superficie, mitad bajo la tierra. Estas dos salas semicirculares, la primera el atrio de un museo y la segunda una cámara mortuoria para el artista, están conectadas por un pasadizo o módulo transportador. Dentro y fuera, exterior e interior, expuesto y oculto, presentados de manera inseparable. El título también crea una relación entre el artista, Montez Magno, y el acrónimo usado en los países de lengua lusa para los museos de arte moderno (MAM). El museo funciona como elemento foucaultiano, lugar de vigilancia y represión, y por tanto como ante sala de la muerte de la libertad creativa del artista. Montez refleja en esta obra la crisis personal e institucional por la insuficiencia del modelo del arte moderno y de la represión política e institucional ejercida desde 1964 por el gobierno militar en Brasil. Y más allá.
Escondido en este juego de siglas, el artista ya expone su postura vital que le continúa acompañando ahora. Si bien en esas décadas de fin de los sesenta y setenta, vive y expone Rio de Janeiro y São Paulo – amigo de Lygia Pape y Aracy Amaral, dentro del círculo de Helio Oiticica, Lygia Clark, Anna Bella Geiger o Rubens Gerchman, y la nueva generación de Cildo Meireles, Artur Barrio o Antonio Manuel, entre muchos otros que movilizan el pensamiento y la escena brasileña – , continúa relacionado con la comunidad intelectual de Recife – ciudad de Aloisio Magalhães y de contemporáneos como Paulo Brusky o Daniel Santiago, entre otros, y una de las metrópolis más activa en el campo creativo brasileño, como se ha visto en la exposición “Pernambuco experimental” comisariada por Clarissa Diniz en el MAR carioca en 2014 – viaja a España, Portugal, Italia, Francia, Grecia y algunas ciudades del norte europeo, parece desde fin de los ochenta caer en el olvido por parte de la crítica y la escena artística centralizada. Sólo a partir de la muestra monográfica organizada por la propia Diniz en el pernambucano Museu de Arte Moderna Aloísio Magalhães (Mamam), la posterior individual en la Galería Pilar de São Paulo y a raíz de ella la inclusión como figura central articuladora del 33 Panorama de Arte Brasileira del Museu de Arte Moderna, también en São Paulo, curada por Lisette Lagnado, será que se vuelva a poner atención sobre la propuesta, y el estudio de la misma, de Magno.
Nacido en 1934 en Timbaúba, localidad del estado brasileño de Pernambuco al nordeste del país, Montez Magno tiene a su espalda casi 60 años de carrera artística. Formado como pintor, poeta temprano, sus obras se expanden casi hasta cualquier medio y abarcan múltiples despliegues formales y conceptuales. Siempre reflexionando, y “siempre” significa continuamente cada día, ya sea desde la escrita o en las artes visuales, sobre una cuestión abordada desde múltiples ángulos: la relación del yo con el otro y con lo otro.
Há tempo de escrever
e há tempo de pintar.
E há tempo de não fazer
absolutamente nada.
Pequenos sucesos, 1981.
Sus trabajos se estructuran casi siempre en series, que a veces cronológicamente pueden abarcar toda su trayectoria, y transmiten esa capacidad del arte de colocarse en un nuevo sitio, en una nueva perspectiva que haga ver el mundo y al hombre, macro y microestructuras, ampliados. Y esos nuevos lugares los fue descubriendo primero de forma autónoma en la biblioteca donde descubre fundamentalmente a Mondrian, y que a través de la abstracción le llevan a superar el modelo académico modernista. Con referentes también cercanos de abstracción y estudio del paisaje como son Volpi y Cícero Dias, Montez Magno no despega la mirada del entorno más cercano y desde 1972 realiza la serie “Barracas do Nordeste”, donde colocando la mirada en la arquitectura vernácula reclama la sensibilidad intrínseca, la intuición en el hombre para crear parámetros codificados en la abstracción más contemporánea, como si tratara de descolonizarla.
Este fijarse en lo más cercano también se ve en su serie de objetos usados para remarcar la “conciencia de lugar”, física, política y que requiere acción, que atraviesa todo su pensamiento. La series de Caixas, 1968, la Escutura manipulavel, 1968, y los objetos de raigambre neoconcretista aptos para ser manejados presentes en su muestra “Menos Zero” en el Instituto Brasil Estados Unidos, IBEU, de Rio, y continuando después en otras obras como Pela fresta, 1972. Como en el Museu Mausoleu, y otros proyectos arquitectónicos como Ovo, o las maquetas de ciudades heterotópicas Cidades Imaginarias o Galaxias, la reflexión sobre el cuerpo, el tiempo y el espacio se une a la crítica a la situación de represión, vigilancia y resistencia política.
En la creación de estos lugares de utopía expandida surge también la estrecha relación que el artista establece con un interlocutor imposible: Marcel Duchamp. Um lance de dados não abolirá jamais o acaso, o A última partida, ambas de 1973, introducen un último elemento indispensable al pensar la obra de Magno: el azar, lo eventual, lo aleatorio. El análisis estructural del mundo y del hombre se abre así también a una mirada sobre lo incontrolable y no explicable que nos lleva a otra serie de obras donde la contemplación metafísica y la investigación de la materia pura será la protagonista. Esa abstracción pura, reflexión de estirpe budista, que muestran su persecución constante sobre el conocimiento del “yo”, aparece también en sus estudios para partituras realizadas con signos gráficos dislocados, Notassons 1994, o las incursiones en el campo científico de investigaciones sobre los cromosomas, Cromassons, 1994, y que recogen en la plasmación espacial de la música o de los juegos cromáticos de las más mínimas partículas.
Montez Magno es ejemplo de esa heterogeneidad del artista contemporáneo, y que liberado desde los setenta de cualquier encasillamiento formal, se expresa en múltiples campos, usando cualquier recurso, incluida la ironía, y ampliando su acción casi hasta el infinito. Son pura experiencia y pensamiento.
Tudo está no olhar sereno de quem vê
mas se o olho não tem dentro da retina
um facho de luz que o incendeie
nada será visto senão formas corriqueiras,
objetos que se movem ou não à nossa volta,
uma série de evidências costumeiras.
Mas quem entrar no interior das coisas
perceberá que os átomos estão sempre se abrindo,
que a alma de tudo é também matéria viva,
que o espírito sem forma é força disfarçada,
tudo o que se vê é tudo e não é nada.
Tudo o que se vê é tudo e não é nada, 2002.
(Todo está en la mirada serena de quien ve / pero si el ojo no tiene dentro de la retina / una antorcha de luz que lo incendie / nada será visto sino formas corrientes / objetos que se mueven o no a nuestro alrededor, / una serie de evidencias habituales. / Pero quien entre en el interior de la cosas / percibirá que los átomos están siempre abriéndose, / que el alma de todo es también materia viva, / que el espíritu sin forma es fuerza disfrazada, / todo lo que se ve es todo y no es nada)